Texto: Santiago Trujillo
Cuando yo hablo le hablo a usted de un «perro» nuestro significado no varía drásticamente: usted puede imaginarse un labrador, un caniche, un poodle o ese perro llamado Winston que lo mordió una vez. Por esencia, ambos entendemos cuatro patas, una cola. Ahora, vaya a ver qué tan drásticamente cambia el significado cuando se habla de ARTE; lo invito a hacer el experimento.
Cada vez que entro a una galería estoy preparado para ver cualquier cosa como si fuera arte. Nos hemos criado en una época en la que todo (TODO) puede ser considerado como arte bajo ciertos lentes. Duchamp y sus Readymades si que nos ha complicaron las cosas en el momento de estar en una galería. Con la voluntad del artista y en un espacio como una galería, cualquier objeto puede ser transformado en una obra de arte.
Mi problema no es con cualquier modalidad de arte que usted pueda pensar (entre más haya mejor), mi problema es que la palabra Arte sufre, por esencia, de una deficiencia lingüística. Para mi siguiente punto dejo una cita de Ernst Gombrich:
“No hay ningún mal en llamar arte a todas estas actividades, mientras tengamos en cuenta que tal palabra puede significar muchas cosas distintas, en épocas y lugares diversos, y mientras que advirtamos que el Arte, escrita la palabra con A mayúscula, no existe, pues el Arte con A mayúscula tiene por esencia que ser un fantasma y un ídolo”.
Lo único que le agregaría a esta bella cita es que el concepto de arte varía según la persona adicional a la época, lugar y contexto socio/económico. Estoy sentado alrededor de tres personas y estoy 100% seguro que cada una tiene un concepto absolutamente diferente y hasta en algunos casos contradictorios. Cada vez que me dicen “arte”, me quedo pensando: ¿qué carajos dirá con esa palabra? es una palabra que ha sido cargada con miles de sentimientos, técnicas, discursos políticos, colores, teorías científicas, alcohol y etc… Lo que me comunica esa palabra es lo siguiente: “todo lo que usted conoce y no conoce, todo lo que usted considera y no considera, todo lo que odia y ama; eso es arte”. Es masiva, es titánica, contiene todo y no dice nada como dicen en Master of None. Es hermoso que una palabra pueda abordar casi todo, pero: ¿cómo una sola palabra puede contener tantas subjetividades: a la academia, Die Brücke, a los impresionistas, a los neorenancentistas, a la Venus de Milo, a Duchamp, y aún comunicar algo que pueda ser entendido por todos? Pues no puede, la idea de las palabras es comunicar y precisamente lo que hace la palabra Arte es descomunicar.
Para mí el arte debe sentirse, no físicamente sino emocionalmente. No necesariamente debe ser físico y tampoco debe ser creado con la intención de crear una obra de arte. Recuerdo cuando estuve en el Malba de Buenos Aires y me encontré cara a cara con «La decadencia del Misticismo» por Roberto Matta. Mi cuerpo quedó petrificado y un calor, como si fuera un incendio, comenzó en mi estómago. No sé qué quería transmitir el artista con esa pintura y tampoco sé exactamente qué representa para mí, solo sé que estaba al frente de una obra de ARTE. Mi mundo se redujo a la obra, mi cuerpo inerme y a ese calor.