Alejandro Obregón es considerado como uno de los artistas más importantes del siglo XX en el ámbito nacional y latinoamericano. Sus planteamientos pictóricos innovaron en la tradición plástica, para introducir la modernidad en la escena artística colombiana, generando una gran influencia en los artistas de su generación y, en gran medida, en generaciones posteriores.
Esta exposición retrospectiva reúne obras que destacan momentos en la trayectoria artística del maestro. La muestra inicia con cuadros influenciados por la vanguardia europea, en sus pinceladas y paleta cromática oscura como Pez Dorado (1947), una obra icónica que se caracteriza por el juego de planos y reflexiona sobre la bidimensionalidad de la tela en la pintura. Es con esta pieza que Obregón da paso a la experimentación pictórica, volviéndose ésta la primera obra modernista en el contexto colombiano.
Cuando viaja a Barranquilla, su temática cambia a partir del paisaje donde aparecen obras como Iguana (1960)
A partir de 1965, Obregón empieza a jugar con el acrílico en sus pinturas, pues lo considera el medio pictórico del siglo XX, gracias a su secado rápido y a las transparencias que le permite. Deja a un lado los empastes al óleo para abrir paso a la yuxtaposición de planos de colores fuertes, reflexionando aún más en torno a la naturaleza a través de trazos sueltos y rápidos, y con una paleta cromática viva proveniente del entorno tropical, se convierte la flor en protagonista.
En 1968, cuando se traslada definitivamente a Cartagena, la obra de Obregón evidencia su cambio más contundente con la transición definitiva del óleo al acrílico. Debido a los retos que le representaba el acrílico por su carácter plano, su obra se destaca por los colores llamativos y las pinceladas rápidas y decisivas, llevando la representación al roce con la abstracción. Es allí, donde retoma la temática de los bodegones y consolida la importancia de lo cotidiano en su pintura, manteniendo la simbología del paisaje colombiano, así como introduciendo la línea del firmamento que tanto le inspiró de Cartagena.
Su cúspide de abstracción la presenta en la II Bienal de Arte de Coltejer en Medellín en 1970 donde la composición y el gesto de la pintura predominan sobre el contenido. Durante esos años toma la figura humana como tema, en especial la mujer, particularmente con Tauro-Virgo (1978), donde refleja la dualidad entre lo femenino y lo masculino; el vigor y la fuerza del toro enfrentados a la delicadeza y timidez de la mujer.
En los años ochenta, retoma las Barracudas y los Cóndores, destacando la fauna icónica tanto del paisaje caribeño como el andino, evidenciando no sólo la libertad simbólica de la representación, sino también la libertad del trazo de un artista consolidado.
Esta muestra en la galería El Museo, destaca la majestuosidad de la obra del maestro, su lenguaje simbólico y manejo único del color.