Texto y fotos: Camila Fierro
Cuando Picasso pensaba en crear su cuadro más importante, quería concebir una obra que supusiera la ruptura definitiva con la tradición pictórica y que la situara en la primera línea de la vanguardia. Fue para 1907 que le dio las ultimas pinceladas al cuadro que había ocupado su mente y sus manos durante los últimos meses: Les Demoiselles d’Avignon, ambientada en un burdel, por su técnica y el tema, la nueva creación del artista era completamente explosiva. Este cuadro estaba fuera de los estereotipos que la sociedad burguesa y fue así como sintió que había triunfado en rebelarse de todos los canones artísticos, rompiendo con los conceptos del Renacimiento y explorando fronteras que hasta la época parecían infranqueables. Fue así que a sus 25 años que Picasso inauguró el famoso cubismo. El artista persistió con su estilo a pesar del rechazo inmediato hasta de sus amigos más cercanos.
Estoy en la 53 St. con sexta avenida en NY mientras me como un hot dog que compré unas calles atrás en esos típicos carros de cinco dólares. Voy caminando y entro a un recinto con varios ventanales, subo al quinto piso y me encuentro con un montón de asiáticos tomando fotos como desesperados como si al cuadro de Van Gogh le fuera a salir el sol al otro día y la noche estrellada fuera a dejar de existir.
Después camino un poco más y me siento en una silla larga de madera a pensar cómo Picasso hizo a sus señoritas De Avignon. A pintarlas.
Divago pensando cuánta gente al año hace lo mismo que yo incluyendo lo de comerse el perro caliente antes de entrar al MoMA.
Unos meses después me encuentro en una crisis existencial empacando maleta para ir a las ferias de arte de Miami porque son desfiles de moda combinados con arte. Saco mi mejor artillería del closet y llego a una carpa con un montón de gente súper fashion sin saber qué cuadros voy a encontrar ese año, sé que no me voy a encontrar otra vez a las señoritas, pero estoy a la expectativa de qué cuadros de Picasso van a tener las galerías. ¿Tendrán?
En total y para mi total sorpresa encontré 5 cuadros, cuando iba por el tercero, me enamoré y así como en el MoMA me quedo viendo y saboreando cada detalle, color pincelada, tamaños…
Casi podía olerlo porque no tenía nada que lo protegiera, sólo un marco negro. Así tan desnudo, casi ganas de abrazarlo, besarlo y tomarle más fotos que los asiáticos le tomaban al de Vincent, porque no sabía cuando lo iba a volver a ver, porque en cualquier momento podría llegar un coleccionista millonario, comprarlo y llevárselo.
Viendo sus cuadros tan cerca, no dejo de pensar que su importancia radica en que él expuso la contradicción entre verosimilitud e imitación de las apariencias. Ojalá que el o la coleccionista que se lleve estos cuadros consigo tenga tanta emoción como yo por Picasso.